ESTADOS DE ÁNIMO

Tenía pensada otra entrada. Pensaba hablar de tetas. De tetas postizas. Pero influenciada por mi estado hormonal, por mi histrionismo o por mi bipolaridad, he cambiado de parecer. De tetas hablaré mañana, voy a hacer balance.
A falta de saber una nota, he terminado la carrera. Una etapa más de mi vida ha tocado fin, se ha puesto el punto final de esa novela que, curiosamente comenzó el día que cumplí 18 años. Digo que curiosamente, porque justo el día que ante la ley, Dios y los españoles me convertí en una persona mayor de edad, dignidad y gobierno, hice mis maletas y me fui a la Universidad. Aquella historia, esa novela de amor/odio conmigo misma y sobre todo con el mundo, comenzó un 27 de Septiembre de 2003. No pude tener un cumpleaños peor. No sólo porque ODIO cumplir años, no sólo porque me moría de MIEDO por irme de casa y aunque no lo dijera, lo que más me apetecía era atarme a la gran pata central de la mesa de mi comedor, con una guitarra en la mano cantando el “No me moverán”. Sino porque mis amigas (a las que adoro, venero y por las que canto alabanzas al Señor desde mi balcón todas las mañana, aunque ahora mismo las vaya a poner a parir un poco), les dio por pelearse. Con razón o sin ella (a día de hoy es un tema delicado y mejor tocar de puntillas) que la cosa, fíjate, no iba conmigo (por una vez en la vida me veía al margen de un lío…sería la mayoría de edad o algo así, porque sino no me lo explico), pero se pelearon. Así que de esa guisa me fui yo a ser una esclava (del Sagrado Corazón, mi residencia, que por ahí hay mucho mal pensado), miedica, asustada y con unas amigas peleadas.
Decía yo (que me estoy yendo y no vuelvo) que pretendo hacer balance. Después de cinco años soy bastante más rubia (tinte obra milagro), soy bastante más mordaz (la vida y lo hombres me hicieron así), soy bastante más tonta (Yo antes con un chasquido sacaba un notable, ahora si me dedico a chasquear los dedos suspendo ¿Dónde se quedaron mis neuronas? quizás en Cuba aunque mi nueva adquirida tontería viene de antes). Tengo ojeras (el insomnio que sufrí el curso pasado es el culpable). También a pesar de los años parezco más pequeña. A pesar de la vida, los hombres (jaja) y las ojeras conservo un aspecto aniñado que a mi, particularmente me gusta. Y estoy visiblemente más delgada (soy de 6 a 7 kilos menos de persona que hace cinco años…¡ahí se fueron mis neuronas!) que vale, que puede que este un poco escualidilla de más (es por ello que pensaba hablar de tetas postizas) pero lo digo aquí a calzón quitaó: No me cambiaba físicamente por la de hace cinco años.
En general estoy mucho más a gusto en mi piel ahora que al principio de la novela. No sólo por lo físico. Con mis neuronas, perdí mi timidez. Pensándolo bien, 2 kilos de neuronas (es que me veo muy lenta, y yo no miento, si, por lo menos dos kilos, ¡por lo menos!), más tres de timidez (que yo era muy tímida y lo enmascaraba con bordaría, ahora soy borde…pues por la vida y los hombres…ains), hacen un total de cinco. Vale esta teoría se la comentaré a mi madre cada vez que me diga “¡Come!”.

Que decía yo que ya no soy tímida. Soy capaz de establecer conversación con una cucaracha si me dejan. Soy un ser social. Demasiado. Tanto que luego creo dependería emocional (lo de la dependencia emocional y lo de que las cosas suceden si estás abierto a que te sucedan es lo MÁS importante que he aprendido en la universidad, adelanto la moraleja). Pero bueno que la vida y los hombres que la sigan (risas mil reiteradas y no enlatadas, no, auténticas) supongo que corregirán ese aspecto. Me siento más segura y a pesar de mi aspecto frágil, más fuerte.
He conseguido sacarme la carrera aceptablemente bien. A mis amigas (las que un día se pelearon, pero no hurguemos en la herida, ni levantemos ampollas), las conservo y me he dado cuenta de lo muy importante que son para mi. Aunque para ello se hayan tenido que convertir tres de ellas en “raza aparte”…pero en fin, son cosas que se pierden en el camino, como las neuronas. Y a esas amigas le he sumado mucha gente, gente de la que no me quiero deshacer. Gente que no se librará de mi, porque con la edad se gana en ser pesada y yo lo soy (aparte de la dependencia emocional). Por cierto, que las dos moralejas que resumen mi vida universitaria las aprendí de la misma persona. Una de esas gentes nuevas que conocí el día que mis amigas se pelearon.
A algunas de esas personas la conocí en seguida y las quise casi al instante (pintando láminas de un atlas) a otras tarde más en calarlas y no fue hasta mi vida enfrente de Pronovías donde me ganarón. Otras llegarón en el mejor de mis cursos (el pasado) con música. Si con música, sonaba el “Like a Virgin”. Y por último cuando piensas que todo va a tocar a su fin, te vas de viaje transoceánico (venga, que lo he dicho 300.000 veces pero no lo he escrito: COMO ME LO PASÉ EN CUBA!!!) y descubres a gente que se sentaba a tu lado en clase que desconocías. Entonces te das cuenta que fuiste tonta y que te perdiste a ese gente cinco años. Pero no sólo de viaje descubres a antiguos conocidos sino a otros personajillos y bichejos con interesantes reflexiones sobre la vida. Al fin a al cabo, no gentes, sino personas que esperas que como aquellas amigas que se pelearon, en el próximo balance estén.
También me he dado cuenta de la suerte que tengo con mi familia. Y tengo un pato. Y un montón de zapatos. Y vestidos. Muchos y muy bonitos. Y me pongo minifalda. Y al que no le guste que no mire. Y he descubierto (pero esto hasta mi viaje transoceánico nada) que son la reina del baile (“yo soy tu gatita, tu gatita”)
Pero a pesar de eso. De todo eso. Sólo soy feliz al 80%. Resulta irónico, pero es cierto (y eso que no habéis visto mis bonitos vestidos, eso haría feliz al 99% a muchas chicas). Porque al perder neuronas y timidez, también he ganado ansiedad y eso ha hecho que estas voces mías griten con más fuerza. Siempre han estado, siempre. Pero ahora gritan y a veces me vuelven loca y conforme aporreo el teclado, las callo un poco, pero ya volverán a gritar mañana. Y además creo que se ríen de mí. Se ríen mucho y muy alto.
Pero si algo he aprendido. Si por algo ha sido positivo mi paso por la universidad (a mi la carrera, ya lo sabéis, me la suda, es un vector para vivir, no el fin de mi vida…me permitirá comprarme el Vogue Paris a 6 leuros sin remordimientos de conciencia), es que hay que tener paciencia para cambiar las cosas de tu vida que no te gustan y que al final sin preocuparte mucho por ellas, relajada, cambian. Ahora estoy en una encrucijada, por si no lo había dicho no sólo se ríen de mi las voces de mi cabeza sino también mi destino, y ese con más guasa, lo digo de manera retórica.
“LAS COSAS SÓLO TE SUCEDEN SI ESTÁS ABIERTO A QUE TE OCURRAN”

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